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lunes, 24 de diciembre de 2007

Porn from the brain, porn for the brain (Parte Primera)

—¡Warren, tienes menos de veinte segundos para soltar la mierda y entramos!, ¿ok?

Warren, en primer plano, asiente con gesto confiado. Se sacude los hombros como un boxeador; mueve la cabeza del hombro izquierdo al derecho y viceversa haciendo sonar las vértebras. Resopla. Después señala al director para que cierre la claqueta. Tras de Warren, se aprecia el escenario de un camerino con su correspondiente espejo y un cordón de luces de navidad que recorre el marco. Pegada al cristal y amordazada, hay una bailarina de ballet, desnuda de caderas hacia arriba.

—Tres, dos, uno… ¡Acción!

—No nos cansamos de repetirlo —dice Warren a la cámara con una media sonrisa, enarcando las cejas y gesticulando con los brazos como un rapero de Brooklyn—. Desde uve doble uve doble uve doble sexyntellectuals barra freaks dot com, portal abierto al debate de ideas y al ocio audiovisual, jamás perseguimos el tratamiento de la mujer como un mero trozo de carne —alargando la erre; así: carrrrrrrrrrrrrne—, como decía aquella célebre portada de Hustler allá por mil novecientos setenta y ocho, ¿recuerdan? Muy al contrario, entendemos que nuestros seguidores, cuyo perfil responde a un nivel cultural medio-alto (así lo demuestra el estudio de la consultora Giddens en el primer semestre de año), no son en absoluto maleables ante la violencia audiovisual —al fondo la stripper se desgañita en vano, emitiendo un grito quedo—. Y es por esto, y porque ustedes forman parte de una generación que creció con películas de Tarantino, elepés de gangsta rap y páginas pornográficas, por lo que nos atrevemos a ofrecerles la evasión más hardcore del mercado

Desde realización se incluye en el video una ráfaga desarrollada en apenas décimas de segundo en la que puede leerse:

SEXYNTELLECTUALS.com

Porn from the brain, Porn for the brain


—¿Saben una cosa, amigos míos? Esta pequeña zorrita de diecinueve años que ven en pantalla —y Warren deja unos instantes de silencio para que la cámara enfoque a la bailarina en un primer plano del todo borroso, a imitación del realismo casero que caracteriza los videos de YouTube. La cámara recorre la mitad inferior del cuerpo: de los pies, calzados, cómo no, con tacones de aguja, a la pelvis, cubierta por una minifalda de cuero rasgado— se fue de casa desobedeciendo a su papá y a su mamá; de un portazo, como lo oyen. ¿Y saben qué? —la bailarina, agotada en sus intentos por hacerse oír en el exterior, empieza a tomar un color de cara rojizo, muy próximo a violáceo—, lo hizo por dinero. ¡Por dinero, joder; por dinero! Posiblemente lo hizo para conseguir su dosis de droga. Es… es… es espantoso, señores —con gesto de asco, como si acabase de tomar una cucharada de potito radiactivo—. Espantoso. Aborrecible. Demencial. Su avaricia la llevo a enseñar estas lechosas tetitas —en este punto, Warren pellizca uno de los pezones de la bailarina, ya con la cara bañada en lágrimas— ante las decenas de mentes perturbadas que cada día pagan su entrada en este cabaret londinense. Pónganse en la piel de sus padres, ¿sienten ya la vergüenza, el dedo acusador de la opinión pública? Pues hoy, desde Sexyntellectuals punto com, vamos a hacer justicia. Haremos que esta niña se arrepienta de su díscola conducta.

Desde realización dan paso progresivo a la canción Dance de Frantic, de Grayskul, que añade a la situación, piensan, un plus de violencia.

—Dinos, pequeña, ¿cuál es tu nombre?

—…

—No tienes nombre, ¿no? Está bien. ¿Debería llamarte Putita Expósito, quizá? —Warren se carcajea hasta saturar la entrada de audio, el master—. Aunque seguramente tú no captes el chiste, no eres lo suficientemente intelectual —y Warren guiña un ojo a la cámara y levanta el pulgar—. Por si ustedes no lo sabían —dice ahora en voz baja para que la bailarina no pueda escucharlo, y dirigiéndose a la cámara—, Expósito era un apellido que se ponía, mucho tiempo atrás, a aquellos bebés cuya procedencia se desconocía; bebes abandonados, quiero decir.

Warren procede a sacarse de los pantalones una pistola, con la que apunta a la cabeza de la bailarina.

—En fin, te llamaremos La Puta del Rey, nena. Y como intentes escapar, mis amigos y yo te vamos a violar por doce orificios o más, como en 2666, como en los feminicidios de Ciudad Juárez. ¡Charlie! —dice Warren a la cámara—, ¡enseña a nuestro público quiénes son nuestros amigos!

Charlie, el cameraman, hace medio travelling para mostrar al público el resto del equipo cinematográfico; buena parte del mismo, en un estado físico envidiable.

A continuación, las escenas se suceden rápido: Warren abofetea a La Puta del Rey. Warren baja la minifalda a La Puta del Rey. Warren le dice puta a La Puta del Rey. Warren pone sobre el suelo y en decúbito prono a La Puta del Rey y Warren encañona con la pistola al órgano sexual de La Puta del Rey. Es entonces cuando el cameraman hace un primerísimo primer plano de la escena, como si se tratase de un documental médico y no de una snuff.

Mientras, se oye a Warren decir:

—Queridos telespectadores, en nuestra pretensión por haceros partícipes y productores de pornografía en tiempo real, vamos hoy a inaugurar una alternativa interactiva al porno unidireccional al que acostumbran. Es la televisión interactiva, personalizada; el futuro está aquí. ¿Ven esta ruleta? —la pantalla ahora se divide en dos: en la parte izquierda la cámara de Charlie explora las cavidades de la bailarina, mientras que una segunda cámara graba una ruleta sobre un tapete verde, ubicada junto al espejo con luces en el camerino—. Pues bien, enviando un SMS al número que ven abajo en pantalla con la palabra VIOLACIÓN seguida de su nickname y el número al que apuestan, el afortunado o afortunados tendrán la posibilidad de hacer realidad sus sueños más morbosos… ¡Envíen sus mensajes ya! Tienen diez segundos: Diez, nueve, ocho, siete…

Warren gira la ruleta. La bola cae en el número dos.

Desde realización, suprimen la imagen de la ruleta y conectan con la webcam del afortunado —en la parte superior derecha de la pantalla—, que en este caso se trata de una mujer con aires de ejecutiva.

—¡Enhorabuena por tu premio, LolitaNabo! —dice Warren.

Se oyen las risas del equipo de producción.

—Gracias, querido —responde, mordiéndose el labio inferior, la ganadora del concurso—. Llámame Brenda, si quieres.

La cámara de Charlie, por su parte, sigue queriendo imitar el procedimiento de una endoscopia.

—Estupendo, Brenda. ¿Y qué quieres que hagamos con La Puta del Rey?

—Doble penetración anal —responde sin titubeos Brenda, como quien pide una Tender Crisp Chicken con salsa picante y patatas fritas.

Se oye a Warren tragar saliva.

—Uuuuuh… Doble penetración anal. Eso va a ser muy doloroso, ¿verdad que sí, cariño?

—… —responde La Puta del Rey.

Sin embargo, en un movimiento perfectamente ejecutado, y que recuerda a ciertas películas de Jackie Chan, La Puta del Rey se levanta del suelo dando una patada a la pistola de Warren. De un salto, La Puta del Rey se pone de pie y coge en el aire el arma. Con ella apunta a Warren; luego, de un tirón, se quita la cinta aislante de la boca. La cámara sale disparada, y con ella Charlie.

—Doble penetración anal, ¿eh, cabrón?

—…

—¿Era eso lo que me ibais a hacer tus amigos y tú?, ¿eh? ¡Charlie!, ¡no dejes de grabar; por tu puta madre!

En realización aplauden el share.

—Toma: doble penetración anal —y La Puta del Rey le dispara a las pelotas. Los pantalones se le llenan de sangre—. Túmbate. Túmbate o te vuelo la puta cara, hijo de puta cabrón.

Warren, combado de dolor y sujetándose la entrepierna, se deja caer al suelo. La Puta del Rey se quita los tacones, que se los encaja a Warren vía anal.

—Uuuuuh, eso tiene que doler —dice la bailarina.

La Puta del Rey —recordémosla desnuda de pelvis hacia arriba— apunta con la pistola a Charlie.

—Haz un jodido travelling. Quiero que vean lo mariquitas que pueden llegar a ser en este equipo.

Brenda a.k.a LolitaNabo, cuya expresión es aún visible en la esquina superior derecha, mira alucinada a la pantalla del ordenador; piensa: «hemos llegado al clímax de la sociedad audiovisual, donde cada rol actúa como si presentara unos jodidos informativos.»

Con un trémulo y lento movimiento de mano, consiguiendo así el deseado efecto YouTube, Charlie graba lo que ocurre tras de sí: director, eléctrico, sonidista… todos están aterrorizados.

De pronto, la cámara cae al suelo. La Puta del Rey ha encajado un disparo en la cara del director. Se oye como sale del camerino con los pies descalzos.

—¡Corten! —vocea alguien.

Pero ese “¡Corten!” no ha sido apreciado por Franky.

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